sábado, 28 de noviembre de 2009

SOBRE LAS 'BIENAVENTURANZAS'


Un devoto católico y un devoto budista se encontraron. El católico, dijo al budista:
-Maestro, yo soy cristiano y tengo la Biblia a quien amo mucho. Dentro lleva una joya literaria que me gustaría compartir contigo y ver qué le provoca.
El budista dijo:
-Si es eso lo que quieres, adelante. Yo te escucho.
Entonces el católico comenzó a leer el pasaje del ‘Sermón de la Montaña’. Leía:
“Felices los pobres de espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos.
Felices los que lloran, porque serán consolados.
Felices los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque recibirán misericordia.
Felices los de corazón limpio, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz y la justicia, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los perseguidos por ser justos, porque suyo es el Reino de los Cielos.
Felices ustedes cuando los insulten, los persigan y los calumnien por mi causa. Alégrense y salten de gozo, porque su recompensa será grande en los Cielos. Pues saben bien que así trataron a los profetas que existieron antes que vosotros”.

El devoto budista, a medida que iba escuchando la lectura, todo su ser, se fundió en un absoluto silencio y de sus ojos brotaron lágrimas, y susurró:
-Esas palabras, son palabras sagradas de Buda.
El católico reaccionó:
-Pero, ¿qué está diciendo? Esas son palabras de Jesús, de quien habla la Biblia.
El budista dijo:
-Puede que tengas razón hasta cierto punto. Pero, para mí, son palabras de un Buda y, esas palabras, sólo un Buda pueden pronunciarlas porque yo solamente conozco a Buda. Si dices que son palabras de Jesús, entonces Jesús fue un Buda.

Esta clase de joyas escriturísticas, como el de las Bienaventuranzas, sólo pueden ser pronunciadas por Dios, por hombres hechos Dios, por hombres que han alcanzado la divinidad. Los nombres carecen de importancia en el ámbito de la dimensión divina: puedes llamarle Cristo, o Buda, o Sócrates. Cristo es la realización del hombre judío, Buda es la realización del hombre hindú, Sócrates es la realización del hombre griego. Cristo es el Buda judío; Buda es el Cristo hindú; Sócrates es el Buda y Cristo griego. Los nombres no tienen la más mínima importancia.

Estas Bienaventuranzas son las notas musicales de Dios con las que hay que deleitarse, fundirse, envolverse y fusionarse completamente. Si juntáramos a Buda y a Cristo, tendríamos dos cuerpos, pero una sola alma. Si juntáramos un Sócrates y un Krishna, sucedería lo mismo, tendríamos dos cuerpos, pero una sola alma. Si juntaríamos los cuatro, tendríamos cuatro cuerpos, pero una sola alma, esto es, una única presencia. Aquellos que han conocido la Verdad se han vuelto uno. Por eso las palabras de Buda pueden ser palabras de Cristo, como las palabras de Cristo pueden ser palabras de Buda.

Alcanzar ese estado de divinidad, es decir, el estado de Cristo o Buda, permite al ser humano convertirse en una flauta, un violín, en todo caso, un instrumento de Dios mediante el cual Dios profiere una hermosa melodía. Cristo es la fusión del hombre y de Dios; Buda es la fusión del hombre y de Dios; Krishna es la fusión del hombre y de Dios.

Cristo es el vino y Jesús es la uva. El vino es el Espíritu de la uva. Las uvas no se pueden acumular a montones, por mucho tiempo, pues se echará a perder como cualquier fruta. En cambio, el vino, puede permanecer siempre. De hecho, cuanto más añejo mejor, más valor tiene, es más preciado. El vino tiene una duración atemporal, algo que pertenece a la eternidad. Así que no acumules uva, o te podrirás, como lo hacen los eruditos; crea vino en tu cuerpo, usando de él correctamente. Sólo así te engendrarás a ti mismo. Tu cuerpo desaparecerá, pero tu espíritu será perenne. La uva es la metáfora del cuerpo y el vino es la metáfora de lo eterno.

Lo Eterno a solas es demasiado potente y el hombre a solas es demasiado impotente. Necesitan de una fusión para que haya una hermosa melodía, una bella danza, un hermoso ritmo. La Existencia tiene la capacidad de crear una hermosa melodía, pero no tiene el instrumento. Por eso, Cristo, es el perfecto instrumento de Dios y, fusionados ambos, pueden proferir una bella nota musical.

Nosotros estamos más cerca de Cristo porque es uno de los nuestros y habla nuestro lenguaje, en cambio, Dios, porque es potente, es un poco lejano. Como Cristo habla nuestro lenguaje, la música de las Bienaventuranzas nos es familiar, es decir, podemos entender y entender es: deleitarse, envolverse, fundirse, fisionarse con su melodía. Cristo es Dios y el hombre bailando juntos, danzando juntos, trabajando juntos, caminando juntos, al mismo ritmo. Ese baile da experiencia, esto es, ciencia, la ciencia de la religión. Religión es el aroma de la fusión del hombre con Dios y de Dios con el hombre.

Lo que la Biblia dice de Jesús es el ‘Arte objetivo’ como diría G. Gurdjieff, esto es, ciencia pura, trabajada por gente despierta, iluminada, poseída por la Totalidad; por gente que ha tocado la Verdad. En ese sentido Cristo es la unión de lo temporal y lo atemporal, es la unión de lo finito y lo infinito, tiempo y eternidad fundiéndose, danzando, y encontrándose el uno con el otro. Jesús desaparece en Dios y nace el Cristo. Ese es el mayor milagro que le ha ocurrido al ser humano. Cristo no engendró a nadie, se engendró a sí mismo, por eso su amor floreció entre la gente pobre. En realidad, la gente pobre tiene más amor que la gente rica. Tal vez, por eso, ellos, están menos empeñados en acumular cosas.

Era un hombre muy rico. Se mudaron de ciudad. En el barrio se hizo amigo de un vecino y, éste, en poco tiempo, se dio cuenta de cómo era la relación con su familia. Un día le dijo:
-Te veo muy distanciado de tu familia, casi no hablas con ninguno. Más al contrario parece que ellos te provocan fastidio.
Él dijo:
-Tienes razón. Es verdad que me causan fastidio.
El vecino preguntó:
-¿Por qué? No debería ser así.
El rico dijo:
-Tiene que ser así. Es la única manera de tenerlos distanciados. Si no fuera así mi esposa me estaría pidiendo una cosa y otra, una joyas por aquí y otra por allá, unos vestidos por aquí y otra por allá, etc. Si hablo con mis hijos sucede lo mismo, enseguida comienzan a hurgar mi bolsillo. Así que quedarme enfadado es el mejor método para tenerlos alejados.

Esa es la idea de todos los que poseen mucho dinero y muchos bienes. El dinero se ha vuelto el sustituto del amor. Y, de hecho, si comienzas a acumular dinero, no podrás amar nunca más. En cambio entre la gente pobre no hay esa tendencia de acumular, hay menos interés en ello, porque ellos han desarrollado el corazón, no tanto la cabeza. Y esta es la razón del por qué el mensaje y la vida de Jesús ha calado hondo en la gente sencilla, gente pobre, marginada, oprimida, pisoteada, pecadora, aquellos que no cabían en la mente de la gente de buena reputación. Por caminar con los borrachos, prostitutas y cambistas, la gente aristocrática y puritana, le acusaba de glotón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores. Sin embargo, precisamente, para ellos –es decir, para los pobres– pronunció Jesús las Bienaventuranzas.

De modo que, para deleitarse con la música de las Bienaventuranzas, la primera condición es saber amar, saber compartir. Si uno no sabe amar o ha sustituido el amor con el dinero, poder, democracia, cristianismo, comunismo, protestantismo, hinduismo, jainismo, fascismo, racismo y todas esas ideologías, no está apto para adquirir la experiencia de la divinidad. ¿Por qué? Porque sus oídos estás llenos de prejuicios que responden a su color político y haga lo que haga está en función de la ideología con el cual comulga. Su corazón no tiene la necesaria pureza del amor. El amor no es cristiano ni hindú, tampoco es demócrata o fascista, no es comunista o ateo. El amor sencillamente es ‘amor’, sin etiqueta alguna. Es como un niño, es como una flor, es como una roca, es como un río, es como un pajarillo, es como un perro, es como la Madre Tierra, totalmente imparcial. El amor es el aroma de la Existencia, es el palpitar del universo, es el pulso de la materia que se vuelve inteligencia y consciencia. Es, sin más, la danza de las energías que hacen posible la renovación de las especies.

El espíritu de las Bienaventuranzas está emitido para la gente que sabe amar, para la gente que simplemente ‘ama’, sin darse cuenta, quizá inconscientemente, porque esa es su naturaleza. En el Amor uno se pierde, no se está, más bien, se está ausente, y es así como Jesús se desvanece en Dios. Esto quiere decir que el árbol ha crecido todo lo que le era posible y cruzó hacia el más allá. La semilla está madura y el fruto va ha caer en cualquier momento. Las Bienaventuranzas son como el fruto maduro que conlleva toda la energía de la semilla que caerá en el corazón de los pobres, porque ellos funcionan según el corazón, según el amor. Ellos son como la tierra fértil donde caerá la semilla y dará mucho fruto posteriormente. El pobre es siempre más parecido a un niño dispuesto a disfrutar de la dulzura de los frutos. Es el terreno apto para recibir los cánticos de Dios. Para ellos va ésta joya escriturística. Por eso comienza diciendo:

“Felices los pobres de espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos….”. Son canciones de Dios emitidos por medio de Jesús, el médium perfecto, el mensajero adecuado. Sin embargo, éste cántico de Dios, ha sido distorsionado por la mente política: para empobrecer a la gente, para generar culpa; para adormecer y traficar sus conciencias. Cuando las Bienaventuranzas han sido interpretadas como programa de vida, perdió toda su belleza, toda su poesía, toda su sacralidad; se ha vuelto un programa de sometimiento, de dominio y de expansión para generar esclavos.

Las Bienaventuranzas de Jesús no son un programa para ser santos, sino un cántico de Dios dedicado a los pobres cuyos corazones, en su inocencia, aún permanecen rebosantes de amor. No es una política de acción hecha por Dios mediante Jesús a la manera demagógica. Es un cántico para animar el amor de los enamorados; es una música para amenizar los acontecimientos festivos de la vida; es un perfecto brindis por la dicha de existir en éste mundo; es el arte de despertar las conciencias adormecidas de los esclavos; es la canción que reanima la fuerza de las energías del amor, del amor sin límites, del amor sin condiciones. Las Bienaventuranzas de Jesús son las explosiones del amor de la Existencia, de Dios, para quienes simplemente aman y están agradecidos por la vida.


Khishka

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