martes, 1 de diciembre de 2009

¡ESTÉN DESPIERTOS!


El gran problema actual, a nivel mundial, es que ¡la gente de hoy duerme despierto! Esa es la razón del por qué es válido la insistencia de Jesús: ¡ESTÉN DESPIERTOS! Hay gente muy hábil, muy astuta, muy lista, que crea drogas para hacer dormir a otros. Pero ojo: cuando digo ‘drogas’ no me estoy refiriendo a aquellas que alteran tu química fisiológica, es decir, ‘Opio’, ‘LSD’, ‘Marihuana’, incluso ‘clefa’ que está al alcance de los más pobres. Me estoy refiriendo a drogas que afectan a la consciencia del ser humano.

La metodología de los astutos logra acceder directamente a la consciencia. El miedo, la culpa, el pecado y otros, son las puertas abiertas por dónde la droga tiene acceso al ámbito sagrado del hombre. Luego, después de hacerlos dormir, le ofrecen sus productos. Sus productos son ideológicos, de tipo político o religioso. Y, evidentemente, cuando estás sonámbulo, aceptas todo lo que te ofrecen. Primero empiezas con cerveza y luego terminas con agua de ‘chuño’ (papa deshidratada) como dice el canto.

Cuando estás profundamente dormido la actividad consciente se detiene. La mente deja de funcionar y, por eso, el sueño es la no función de la mente. Cuando estás dormido estás vacío de contenidos; no hay actividad mental; estás simplemente relajado. Éste sueño es hermoso. ¿Has observado a los niños recién nacidos? Duermen las veinticuatro horas del día. Están acostumbrados a dormir. Ese sueño es puro, natural, es el sueño existencial. Sólo tiene momentos de necesidad, de alimento, de tener espacio para respirar por sí mismo, de ser cambiado los pañales. En realidad las necesidades son pocas. Ese sueño es un estado de inconsciencia natural. Sin embargo, Jesús no se refiere, una vez más, a ese estado de sueño.

Jesús, cuando dice ¡estén despiertos! Está haciendo referencia a tu estado, sin exagerar, patológico, a ese estado de ‘sueño despierto’. Hay mucha gente que duerme despierto, no solo mucha sino la mayoría. Ése es el motivo por la cual Jesús dice: ¡estén despiertos! La sociedad, la cultura, la civilización, por medio de sus agentes, por beneficiosos que hayan sido para la humanidad entera, ha creado un estado de sueño donde derrochas completamente el presente, el momento, el instante y terminas creyendo que el pasado y el futuro son hermosos. Éste es un sueño, algo falso, que hace que vivas en función de… ¡Eres deshonesto con el momento! ¡Eres falso! ¡Eres un hipócrita!

Recuerdo una hermosa anécdota que K. Gibrán lo cuenta:

Cierta vez había una madre y su hija. Madre e hija eran sonámbulas. En su sonambulismo salieron de sus camas y estaban caminando por el jardín, desnudas. La noche era fría. Tanto andar acabaron despertando al vecindario.

La madre declaraba:
-Por tu culpa, zorra, por tu culpa, perdí mi juventud. Me destruiste. Y ahora, todo aquel que viene a la casa te mira a ti. Nadie me mira a mí.
Ambas estaban por separado. Así que la hija también decía:
-Tú, vieja y podrida… Por tu culpa no puedo disfrutar de la vida. Tú eres un obstáculo… Siempre eres la traba, la piedra de tropiezo. No puedo amar, no puedo disfrutar.
Y, de repente, por el ruido y el cuchicheo de los vecinos curiosos, las dos se despertaron. La madre dijo a la hija:
-Mi niña, ¿qué estás haciendo aquí? Te vas a resfriar. Ven adentro.
La hija también comenzó a decir:
-¿Qué haces aquí mamá? ¿No te sentías bien? La noche está fría. Ven, mamá; ven a la cama.

La primera parte revela la verdad, la parte reprimida, que sale a la luz cuando estás completamente relajado o dormido. La segunda parte corresponde a tu falsedad y, por eso, madre e hija ahora son hipócritas. Antes era ¡zorra! Y ahora es ¡mi niña! Antes era ¡vieja podrida! Y ahora es ¡mamá! Tu inconsciente es verdadera y tu conciente es hipocrita. Éste es el problema de fondo. No eres auténtico, eres auténtico sólo cuando estás dormido, en tu inconsciencia.

Lo que pretendía Jesús de sus discípulos era, exactamente, lo contrario: que tu consciente sea auténtico. En ello estriba toda su insistencia: ¡estén despiertos! Porque cuando estés despierto nada te cambiará, aún muchos sonámbulos recen por ti, no te afectará; nada te confundirá, aún te pongan trampas; serás como una espada de ‘doble o triple filo’, aún pegues con el lado equivocado de la espada, siempre cortará. Serás cuerdo, serás peligroso, serás sabio, serás existencial, serás cósmico. Y lo falso se desvanecerá porque es algo creado por la multitud que distingue lo falso de lo verdadero. Así es como alcanzarás la claridad. Una vez alcanzado la claridad ya no serás objeto de manipulación de ningún Dios ficticio, de ningún político, de ningún sacerdote, de ningún psicólogo, de ningún abogado… Tú, por ti mismo, responderás. El estar despierto te permite coraje, valentía, libertad, luminosidad. Ahora todo es luz, bienaventuranza, regocijo, dicha y bendición. Ya no eres una parte. Eres el Todo. Estás completamente sumido en la eterna felicidad de la Existencia.

El conciente del ser humano despierto está en esa dimensión, la dimensión divina. El camino recorrido es arduo, placentero, extático, absolutamente individual. No hay posibilidad de retroceso. Por eso, la consciencia es la gloria del ser humano. Sin embargo, no eres un ser elevado, ¡imagínate! Teniendo todas las potencialidades al igual que Jesús. No eres un ser elevado. No eres divino. Antes bien, estás sumido en la inconsciencia. No caminas, reptas. ¿Por qué ese infortunio? Porque has creído. Nietzsche dice: “destruid a todos los débiles. Deja solamente a los superhombres sobre la tierra”. Y Hitler cree en ello y mata a millones de judíos. Le dices a una mujer: “eres muy hermosa” y la mujer cambia inmediatamente. Cree que es hermosa, la mujer más hermosa del mundo. En ambos casos juega tu capacidad de imaginación. Tanto Hitler como esa mujer son el hombre y la mujer más imaginativa. Y la imaginación, aún sea en pequeñas dosis, aporta sueño, bloquea tu consciente. Cuanto más bloqueado, más posibilidades de crear ilusiones; cuanto más bloqueado más posibilidades tendrás de crear sueños y espejismos. Te perderás en ellos.

Las drogas como el Opio, el anash, el alcohol, la marihuana, el LSD, entre otros, operan sobre el centro de tu imaginación, te sugestionan. Si posees una imaginación feliz, el viaje, con una de las drogas, será feliz; si tienes imaginaciones fantasmagóricas, el viaje será fantástico. Si imaginas estando en el cielo con los ángeles, como puede suceder con un cristiano, en el viaje que has de emprender, te llevarán los ángeles, exactamente, como lo has imaginado. Si imaginas abrazando a Cristo, con la ayuda de las drogas, lo lograrás. Así que todo cuanto imagines te lo concederán las drogas. Con ellas puedes alcanzar el cielo como el infierno. Puedes incluso hablar con Jesús o con Dios o con el Diablo. Si quieres volverte loco, lo harás. Ser un loco te será fácil con la ayuda de las drogas. La tomas y comienzas a hablar sólo, y ya estás loco, pero en realidad estás con alguien, con alguien imaginario que sólo para ti es real. Así que lo imaginado se vuelve real. Otra vez, eres real cuando estás profundamente drogado.

Las drogas funcionan alterando tu química fisiológica y todo lo fantástico se vuelve real. El Dios imaginario se hace real, el Diablo imaginario se hace real, el ángel imaginario se hace real; el cielo, el infierno, el paraíso, que predican las religiones, se vuelven reales, especialmente, en un terreno previamente preparado, el terreno de la inconsciencia. Por eso los niños pequeños no son tan proclives a la locura, a no ser que tengan una sensibilidad que supere sus potencialidades o alguna malformación fisiológica. No son tan duales como la gente mayor ya que, el niño, hasta cierta edad, sigue siendo salvaje.

Cinthia, la madre de Jaimito, despertó temprano y estaba velando el sueño de su hijo. En ese momento el niño estaba soñando que extravió uno de sus juguetes más queridos y comenzó a sollozar. Decía:
-¿Dónde está mi juguete?
Y su madre lo estrechó hacia ella y le dio el pecho. Solo así dejó de sollozar el niño.

Los niños no tienen la capacidad de juzgar, eso llegará más tarde, cuando se familiaricen con el inconsciente colectivo mediante sus padres, los profesores, la sociedad. Ellos no saben dónde acaba el sueño y dónde comienza la realidad. Todo ello es comprensible en los niños. Pero en una persona mayor no, porque sabiendo que el sueño es sueño y la realidad es la realidad, tendría que tener lógicamente menos posibilidades de enloquecer, y, sin embargo, sucede lo contrario. ¿Por qué? Porque, con el tiempo, ha adquirido una mentalidad fragmentaria, esto es, la capacidad de juzgar entre el sueño y la realidad, el bien y el mal, el cielo y la tierra, lo sagrado y lo profano. Ya no es puro, se ha vuelto corrupto. Y cuando estas polaridades se ahondan más y más, porque la sociedad, la cultura, y la religión no hacen más que producir dualidades, el ser humano no logra conciliar, entonces se fragmenta y, con la fragmentación, llega la locura. Es así como lo imaginario se vuelve real. Y cuando esto sucede desemboca, necesariamente, en diversos ataques de tipo patológico, puede incluso desembocar en ataques de tipo psiquiátrico que puede alterar lo fisiológico ya que, el nivel de la consciencia porque, ésta, es más fuerte que lo fisiológico. Por eso, si observas bien un fenómeno de este tipo, en la base, percibirás una dosis de creencia o imaginación. Esto sucede a nivel de la consciencia y, con las drogas, sucede a nivel de lo fisiológico.

Seguramente Jesús tenía una observación de ese tipo y por eso supo detectar que la gente duerme despierto. Entonces era preciso decirles: ¡estén despiertos! Mediante parábolas, anécdotas, chistes, oraciones, proverbios y demás. Eran parte de su metodología, aprendidas dentro de ese círculo –es decir, donde se producen esa clase de cosas– y contadas en ocasiones propicias. Jesús debió de ser una persona interesante, informal, casi salvaje y, sin embargo, muy cotizado en los círculos de los cuanta-cuentos, de los chistosos, de los borrachos ya que, en el fondo, éstos, son buenas gentes. Escucha esta anécdota:

En una zona prohibida, estaba orinando un borracho. Se acercó un oficial de policía y le dijo:
-¡Multa, cien Bolivianos!
El borracho metió su mano al bolsillo y sacó un billete de doscientos, y le entregó al policía. Éste dijo:
-Señor, me está dando un billete de doscientos.
Y el borrachito dijo:
-Así es. ¡Mee también usted, mi oficial! ¡Alcanza para los dos!

¿Te das cuenta? Los borrachines son buenas gentes, pero son incomprendidos. He aquí otra historia:

En un Bar estaba bebiendo Martincho con su hijo mayor. El hijo ya era jovencito de modo que, Martincho, le estaba dando una lección a cerca del beber.
El hijo preguntó:
-Dime pa’, ¿cuándo se ha de dejar de beber?
El padre contestó:
-Observa la mesa del frente. Hay cuatro personas sentadas. Cuando empieces a ver ocho, ¡déjalo!
El chico dijo:
-Pero pa’, ¡si solamente hay dos personas sentadas!

Así eres cuando tu química está alterada. Solo hay una persona, y tú ves dos. ¿Por qué? Porque estás inconsciente, fragmentado e incompleto. ¡Te falta un tornillo!. Estás siendo poseído por el alcohol. Ya no eres.

La hija de un Pastor pidió permiso para ir a un baile. Su padre y su madre le concedieron el permiso con la condición de que volviera antes de la media noche. La hija fue pero resulta que no volvía a la hora indicada. Ya eran las tres y nada. Y ellos seguían despiertos.
A las tres y treinta, por fin, la hija regresó. Apareció en la puerta y su padre le dijo con desprecio:
-¡Buenos días, hija del demonio!
Ella, hablando suavemente, como debería hacerlo cualquier muchacha decente, respondió:
-Buenos días, padre.


Cuando estás drogado con alguna creencia, también estás inconsciente. Ahora tu propia hija se convierte en hija del demonio, siendo hija tuya. ¡Mantente despierto, para no caer en esas perversiones mentales! Sólo así serás más consciente, comprensivo y lúdico.


Khishka

sábado, 28 de noviembre de 2009

A PROPÓSITO DE CRISTO, REY DEL UNIVERSO


La característica de un rey normal, común y corriente, es el dominio absoluto de su reino. Ese poder está expresado en su corona, en su cetro, en su ropaje, en toda la investidura que denota la apariencia externa de un rey. Todo lo que lleva demuestra supremacía. En algunas culturas, sobre todo antiguas, el rey es visto como ‘hijo de Dios’ o sinónimo de ‘Dios’, precisamente, debido al poder que tiene, las sentencias y leyes que dicta. El rey ocupa el lugar de Dios mismo o es su representante. De modo que no hay algo más absoluto que él pero, ojo, todo esto respecto a este mundo y en concreto su reino. En el fondo parece paradójico hablar de la existencia de un reino en éste mundo que se contrapone al otro del que habla Jesús. El diálogo entre Pilato y Jesús evidencia esa paradoja.

Pilato preguntó a Jesús:
-¿Eres tú el Rey de los judíos?
Jesús respondió:
-¿Lo dices por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?
Pilato replicó:
-¿Acaso soy judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?
Jesús, entonces, declaró:
-Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuera de este mundo, los míos habrían luchado para impedir que fuese entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.
Pilato le preguntó:
-¿Entonces eres rey?
Jesús contestó:
-Tú dices que soy rey. Pero yo he nacido y he venido al mundo para esto: para dar testimonio de la verdad. Todos los que pertenecen a la verdad escuchan mi voz.

Así es como queda en evidencia la paradoja entre el reino de este mundo y el otro. Evidentemente, la humanidad ha conocido sólo el reino de este mundo. El noventa y nueve por ciento de la gente repta en función de este reino, esto es, va en pos del poder, del dinero, los bienes, las ideas, los sueños, metas, deseos y proyectos; y el uno por ciento, siendo optimistas, camina en función del otro, esto es, de su ser, su consciencia, su divinidad, su luminosidad, su totalidad, su infinitud y su eternidad. A ésta debería estar subordinada la primera.

El camino religioso-espiritual no es fácil de comprender, como ocurre con Pilato. Él no puede comprender, no cabe dentro de su esquema mental que, un tipo como Jesús, sólo, sin nadie, completamente vulnerable, puede ser rey. Le parece simplemente absurdo, porque está anclado en el poder que se da en un nivel externo, en la plataforma de este mundo y sus ideales.

El ser humano tiene dos caminos científicos que recorrer: el camino racional-lógico y el camino irracional-ilógico. Ambos caminos son científicos como los senderos polares de lo masculino y lo femenino que se concretizan en la condición de ser varón o mujer. El primer camino científico ha sido desarrollado por los varones y está definido por su condición natural, ya que el varón es siempre una proyección hacia el exterior. La exploración, la aventura, la estrategia, la astucia, la conquista, la argucia, la torpeza, la artimaña, el engaño, el pretexto, la trampa, la posesión, la persecución, son notas que definen a la condición natural del varón. Por ejemplo, la ciencia, se lo debemos a esa condición natural. El segundo camino científico ha quedado casi opacado por el primero, no ha sido desarrollado como debía serlo. Sin embargo, para este camino, está más habilitado la mujer debido a su condición natural, ya que ella es una proyección hacia el interior, hacia dentro. La intuición, el sentimiento, la inocencia, la visión, el ingenio, la espera, la delicadeza, el cuidado, el escondite, definen la condición de ser mujer. La ciencia de la auténtica religión, que a pesar de ser subordinado o sometido a la lógica de la razón, se lo debemos a la condición natural de la mujer.

En el mundo hubo y hay grandes culturas, imperios y reinos que deben su existencia a la lógica y a la razón, esto es a la condición del varón. Por eso si nos pusiéramos a contar cuántos reyes y emperadores figuran en la historia de la humanidad, encontraremos muchísimos. Pero si comenzamos a enumerar cuántas reinas o emperadoras hubo, las podemos contar, son pocas. Son pocas las mujeres han logrado desarrollar la lógica y la razón. Por esa misma razón hay pocas filósofas, son contadas.

Escuché contar a cerca del filósofo Emmanuel Kant. Resulta que una muchacha se le declaró porque quería casarse con él.
Kant dijo:
-De acuerdo, me lo pensaré.

Como es evidente un pensador, un lógico de la talla de Kant, aunque se trate de amor, tiene que pensárselo. Así que pensó, pensó y pensó durante muchos años. Sopesó todos los pros y los contras del amor y del matrimonio. Y, como resultado, obtuvo trescientos argumentos a favor y en contra del matrimonio, es decir, ‘mita y mita’ (mitad y mitad), por lo que se sintió confuso. ¿Qué hacer? ¿Cómo decidir? Eran sus preguntas.

Comenzó a repasar y repasar y halló un argumento más a favor del matrimonio. El argumento decía: elige siempre la alternativa que te proporcione más experiencia. Y como ya tenía la experiencia de vivir soltero decidió por casarse, ya que ello suponía una nueva experiencia. Así que fue y llamó a la puerta de la muchacha, y fue atendido por su padre. Kant dijo:

-He decidido casarme con su hija. ¿Dónde está?
El padre contestó:
-Ya es demasiado tarde. Ella ya tiene tres hijos con otro.
La cosa era evidente, pues ya habían pasado veinte años desde el día en que la muchacha se le había declarado.

Y esa es la razón del por qué no hay muchas reinas (me refiero a reinas que tuvieron a su cargo un reino, no a misses) ni muchas filósofas en la historia de la humanidad, ya que la mujer no es tan tonta. Son más sabias instintivamente, más intuitivas, son más naturales y menos obsesivas con los argumentos. Están más interesados en vivir que en argumentar. Sin embargo, no hace mucho, ha cambiado la situación debido a la droga de la lógica. La lógica ha logrado contaminar el ser de la mujer. Ellas han adquirido una nueva enfermedad, y esa enfermedad se llama racional-lógico o, en una palabra, aristotelitis. Algunas se han vuelto filósofas, otras se han convertido en momias disecadas para el museo, otras se han vuelto teólogas, políticas, o renegadas sociales. En fin, se han vuelto tontas. Se han vuelto tan tontas que ya no quieren colaborar a la naturaleza y a la Existencia. Ahora quieren ser varones, por eso ya no son una alternativa. La mujer ha perdido su inteligencia y se ha vuelto intelectual, fea, aburrida, ya no irradia inocencia, naturaleza, alegría y belleza. Se ha degradado. El baile varón-mujer ya no es armónico, ha perdido su encanto. El baile de los sexos ya no irradia belleza y aroma, sino una lucha, una pugna por el poder, por ocupar un puesto en las tribunas del circo del hogar o la sociedad. La mujer está contaminada, ha perdido su naturaleza, pues casi toda su belleza ha quedado subsumida por la lógica del varón.

Sin embargo, Jesús dice: ‘mi Reino no es de este mundo’. Con ella está aludiendo a ese reino que ha quedado subsumido por el otro que está escrito en los cánones de la historia oficial. El ser humano tiene que redescubrir el camino alternativo, tan científico como el de la ciencia y la tecnología que conocemos hoy. Ese redescubriendo es absolutamente necesario para nuestros tiempos, ya que sólo así habrá equilibrio y armonía. Será muy costoso pero no imposible.

Sucedió que un tipo de cuarenta y dos años apostó en un ‘Juego de la Ruleta’. Perdió todo su dinero, sus bienes, e incluso su mujer. Ya no tenía nada. Se desesperó tanto que decidió suicidarse porque la vida había pedido completamente su sentido. Subió a la parte más alta de la torre y miró hacia abajo. Era una mujer que le estaba gritando:
-¡No lo hagas. No lo hagas. Yo te puedo ayudar!
El hombre preguntó:
-¿Quién eres?
Ella dijo:
-Soy una bruja.
Inmediatamente, el hombre bajó por las escaleras y se encontró con la mujer. Era una vieja bruja, fea y repugnante. Le preguntó:
-¿Y qué puedes hacer tú por mí?
La vejancona respondió:
-Te puedo conceder tres deseos, pero con una condición: que pases esta noche conmigo y colmes todos mis deseos.
El otro dijo:
-Trato hecho.
Fueron a su casa, prepararon algunas cosas, se acostaron, hicieron el amor, y después de tanto ajetreo, al hombre, todo él exhausto, le vino un sueño profundo que se quedó tumbado y dormido, como un muerto. Luego despertó y, viendo que la vieja bruja estaba sentada a su lado, le dijo:
-Ahora que he colmado todos tus deseos, es preciso que cumplas con la otra parte del trato: la de concederme tres deseos.
La bruja preguntó:
-¿Cuántos años tienes?
El respondió:
-Cuarenta y dos.
Y la vieja dijo:
-Con cuarenta y dos años ¿aún crees en brujas?

No importan los años. Sigues siendo inmaduro e infantil a consecuencia de tus creencias en cosas que no son reales. El hombre no puede vivir con lo real y por eso, los sueños, parecen necesarios; los ideales, parecen necesarios; los proyectos, parecen necesarios; las mentiras, parecen necesarios; las ilusiones, parecen necesarios; las imaginaciones, parecen necesarios; las fantasías, parecen necesarios. Todas esas mentiras son la causa de tus sufrimientos, de tus frustraciones, de tus desdichas. Si eres así de sufrido y desdichado ¿cómo puedes ser y vivir como un rey? ¡Imposible!

Un día visité a un pintor en acuarela. Hacía hermosos cuadros. Era un genio para manejar el pincel y los colores, pero inconsciente de sí mismo. Pero eso no es nada. Era Testigo de Jehová, un auténtico fanático. Todo comenzó cuando me dijo que Dios le había dado esa habilidad. Comenzó a justificar su habilidad con los versos de una Biblia que tenía consigo. Me mostró un versículo de la carta a los Corintios de San Pablo, donde hablaba de: cómo Dios da toda clase de dones a los hombres. Luego comenzó a lamentarse diciendo que: estamos viviendo en los últimos tiempos. Decía: habrá guerras, cataclismos, hambre, destrucciones, terremotos, temblores por toda la tierra. Todo eso va a ocurrir el dos mil doce. Jesucristo vendrá con su ejército de ángeles e impondrá su reino por toda la tierra. Sólo después habrá paz en este mundo. Así que hermano –me dijo– tienes que convertirte a Dios, a nuestra religión. Los católicos han hecho enojar demasiado a Dios con sus borracheras, con sus curas pedófilos, con sus prostitutas, con sus adúlteros, con sus bailes satánicos, etc. Solo están crucificando a Jesús otra vez –complementó–.

Yo le escuché todo ya que, al fin y al cabo, era pura tontería. Entonces le dije:
-Por todo lo que me has dicho, quisiera darte una recomendación.
-¿Cuál? Dijo él un poco desconcertado.
Yo le dije:
-¡Córtate la cabeza! Si no lo haces, con toda esa basura, ya tienes un puesto asegurado en el manicomio.

La gente está tan metida en mentiras, tanto que lo único digno está llegando a ser: cortarse la cabeza o suicidarse. En la cabeza están los sueños, ilusiones, ideas, proyectos, prejuicios, imaginaciones y fantasías. Todas esas falsedades son como los parásitos que devoran tu belleza. Esas cosas tienen que ser eliminados de raíz porque no favorecen a la convivencia con lo real. A menos que el ser humano no se corte la cabeza no podrá vivir como un rey, un emperador, un Dios. La condición de Rey, emperador y Dios está en uno mismo. Eres un Dios escondido.

Estuve paseando por una avenida de la zona sur de la ciudad. Justo, en el jardín de la avenida que estaba cubierto de pasto, estaban cuatro sujetos, entre niños y niñas, además de dos mascotas: un pequeño gato y un perrito. La más grandecita tenía un paquete de galletas. Sustrajo una y mordió su parte, luego le pasó al gato, después a su otro hermanito, posteriormente al perrito y así sucesivamente hasta dar con todos. Una sola galleta alcanzó para todos. Ellos estaban perdidos en lo que hacían. Sólo el verbo ‘compartir’ florecía.

El niño es epicúreo ya que, al igual que Epicuro, con sólo pan y mantequilla, es capaz de celebrar grandes banquetes. En niño es así: sabe celebrar y se las arregla con unas pocas cosas. Con unas cuantas cosas él es como un rey, es como un emperador, como un Dios. Tiene dominio absoluto sobre su reino. Pero no se trata de un rey de la categoría de Alejandro Magno que ni siquiera duerme bien, no es un poderoso de la talla de Hitler que mata a millones. El niño no es un rey de ese estilo. Es un rey del otro mundo, del mundo de lo divino, y el mundo de lo divino no está fuera, en algún lugar geográfico, sino dentro. Sólo con el tiempo, cuando crezca, se corromperá esa pureza, esa virginidad, debido a la cultura, la civilización, la educación, la religión y la política. Toda la fachada que te conceden estas entidades son mentiras absolutas y, como son mentiras, te hacen falso. Y si alguna vez has sido rey como Alejandro Magno, no has sido sino un miserable, un subhumano o un humanoide, porque te lo han concedido otros, es decir, una multitud. No ha sido algo que tú lo has procurado. No ha sido como consecuencia de tu transformación.

Si bien Jesús decía que su reino no es de este mundo, no estaba diciendo que él tiene otro mundo como lugar geográfico, más bien estaba hablando de la geografía de su interioridad donde él es Dios, es Rey, es la Verdad, es el Cosmos, es la Totalidad, es Conciencia pura y virgen. Y esto ha sido tan malinterpretado hasta el colmo de crear colectividades para bloquear la evolución individual del ser humano. Por eso los funcionarios de las colectividades que conocemos no son más que títeres de la multitud, de una masa a quien representan, aún si hablan de Dios. ¿Por qué? Porque ellos no lo han procurado sino que alguien se los ha concedido. Nada que no sea resultado de tu propio florecimiento es digno para el Multiverso que bulle en nuestra sangre. Su Dios es la gran mentira, es un producto de mercado y, éste Dios, a lo largo de los años, ha sido pintado y repintado su fachada para hacerlo un poco más atractivo. Pero con todo eso no deja de ser una mentira. Es más: Dios es la mentira más grande que la humanidad ha tolerado.

Ese bloqueo de la evolución humana ha creado las colectividades y, como toda colectividad es inconsciente, en toda masa no puede florecer la Consciencia, la divinidad. Cristo es el estado evolucionado del hombre, por eso es Multiversal, por eso es Cósmico, por eso es Total. De ese modo Cristo ha hecho florecer toda su potencialidad; Cristo, ya no es humano –mejor, ha trascendido lo humano– es Divino; Cristo es Dios. Ha trascendido la colectividad. Ha dejado de ser miembro de un club, ha pasado a ser Universal porque asumió su ser por cuenta y riesgo propio. Toda colectividad, multitud o masa, vive sumido en la inconsciencia. Es ganado que está siendo conducido al matadero y sus ministros no son más que unos bueyes que parecen tener un buen precio en el mercado, cuyo costo tienen que pagar los miembros de la colectividad.

La colectividad funciona según la ley de causa y efecto –propia de la evolución inconsciente– por eso es un proceso mecánico, natural, automático, que ocurre por sí sola. En cambio, en Cristo, va más allá. La evolución inconsciente ha llegado a ser consciente y, éste, es el ser humano. Luego el ser humano, en Cristo, Trasciende lo natural, se hace sobrenatural. La inconciencia es propia de la colectividad, por eso existen católicos (que es una especie de cristiano), existen Testigos de Jehová (otra especie de cristiano), existen los Santos de los últimos días (otra especie de cristianos), existen Luteranos (otra especie de cristianos), entre otros al igual que suceden al interior de todas las religiones milenarias. La colectividad no tiene consciencia alguna, todos son una tropa de inconcientes y cobardes, y, por eso, año redondo hacen las mismas cosas y, comer lo mismo, no les empalaga. Son absolutamente inconscientes.

La Consciencia es propia de la individualidad. En Cristo la evolución ha dejado de ser inconsciente, pasó a ser consciente. Ahora la evolución se ha vuelto un proceso individual; ahora la dignidad, la belleza y la gloria del hombre es la Consciencia; si bien la evolución inconsciente existía en la colectividad, ahora, en Cristo, la evolución consciente existe en la individualidad. Así Cristo es responsable de su propia evolución lo que, en la colectividad, era un Dios, un funcionario, la misma multitud, la autoridad, un mercader, un Pastor, un sacerdote, un Diablo, en fin, pero otro.

La evolución Crística ofrece la transformación a los seres humanos. Jesús dice: ‘si mi reino fuera de este mundo, los míos habrían luchado para impedir que fuese entregado a los judíos’. Con ello está aludiendo al camino que ha de recorrer el ser humano consciente, sólo, porque sólo en absoluta solitud florecerá el Cristo. En ese estado de solitud es uno con el Todo porque la unidad surge de la soledad. A menos que sepas estar completamente sólo la divinidad no florecerá en ti. Cuando estás absolutamente sólo, el Todo florece en ti y tú te conviertes en Él; cuando estás absolutamente vacío, te conviertes en Existencia; cuando te vuelves la nada absoluta, te vuelves la Totalidad. Esto es una verdad científica del mundo interior del ser humano consciente, es decir, tu condición divina. Testigo de ello es Jesús, por eso dice: ‘he venido para dar testimonio de la verdad’ y, quienes transitan por ese sendero, pertenecen a la verdad. Pero esa verdad es difícil de entender para un tipo como Pilato.


Khishka

SOBRE LAS 'BIENAVENTURANZAS'


Un devoto católico y un devoto budista se encontraron. El católico, dijo al budista:
-Maestro, yo soy cristiano y tengo la Biblia a quien amo mucho. Dentro lleva una joya literaria que me gustaría compartir contigo y ver qué le provoca.
El budista dijo:
-Si es eso lo que quieres, adelante. Yo te escucho.
Entonces el católico comenzó a leer el pasaje del ‘Sermón de la Montaña’. Leía:
“Felices los pobres de espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos.
Felices los que lloran, porque serán consolados.
Felices los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque recibirán misericordia.
Felices los de corazón limpio, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz y la justicia, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los perseguidos por ser justos, porque suyo es el Reino de los Cielos.
Felices ustedes cuando los insulten, los persigan y los calumnien por mi causa. Alégrense y salten de gozo, porque su recompensa será grande en los Cielos. Pues saben bien que así trataron a los profetas que existieron antes que vosotros”.

El devoto budista, a medida que iba escuchando la lectura, todo su ser, se fundió en un absoluto silencio y de sus ojos brotaron lágrimas, y susurró:
-Esas palabras, son palabras sagradas de Buda.
El católico reaccionó:
-Pero, ¿qué está diciendo? Esas son palabras de Jesús, de quien habla la Biblia.
El budista dijo:
-Puede que tengas razón hasta cierto punto. Pero, para mí, son palabras de un Buda y, esas palabras, sólo un Buda pueden pronunciarlas porque yo solamente conozco a Buda. Si dices que son palabras de Jesús, entonces Jesús fue un Buda.

Esta clase de joyas escriturísticas, como el de las Bienaventuranzas, sólo pueden ser pronunciadas por Dios, por hombres hechos Dios, por hombres que han alcanzado la divinidad. Los nombres carecen de importancia en el ámbito de la dimensión divina: puedes llamarle Cristo, o Buda, o Sócrates. Cristo es la realización del hombre judío, Buda es la realización del hombre hindú, Sócrates es la realización del hombre griego. Cristo es el Buda judío; Buda es el Cristo hindú; Sócrates es el Buda y Cristo griego. Los nombres no tienen la más mínima importancia.

Estas Bienaventuranzas son las notas musicales de Dios con las que hay que deleitarse, fundirse, envolverse y fusionarse completamente. Si juntáramos a Buda y a Cristo, tendríamos dos cuerpos, pero una sola alma. Si juntáramos un Sócrates y un Krishna, sucedería lo mismo, tendríamos dos cuerpos, pero una sola alma. Si juntaríamos los cuatro, tendríamos cuatro cuerpos, pero una sola alma, esto es, una única presencia. Aquellos que han conocido la Verdad se han vuelto uno. Por eso las palabras de Buda pueden ser palabras de Cristo, como las palabras de Cristo pueden ser palabras de Buda.

Alcanzar ese estado de divinidad, es decir, el estado de Cristo o Buda, permite al ser humano convertirse en una flauta, un violín, en todo caso, un instrumento de Dios mediante el cual Dios profiere una hermosa melodía. Cristo es la fusión del hombre y de Dios; Buda es la fusión del hombre y de Dios; Krishna es la fusión del hombre y de Dios.

Cristo es el vino y Jesús es la uva. El vino es el Espíritu de la uva. Las uvas no se pueden acumular a montones, por mucho tiempo, pues se echará a perder como cualquier fruta. En cambio, el vino, puede permanecer siempre. De hecho, cuanto más añejo mejor, más valor tiene, es más preciado. El vino tiene una duración atemporal, algo que pertenece a la eternidad. Así que no acumules uva, o te podrirás, como lo hacen los eruditos; crea vino en tu cuerpo, usando de él correctamente. Sólo así te engendrarás a ti mismo. Tu cuerpo desaparecerá, pero tu espíritu será perenne. La uva es la metáfora del cuerpo y el vino es la metáfora de lo eterno.

Lo Eterno a solas es demasiado potente y el hombre a solas es demasiado impotente. Necesitan de una fusión para que haya una hermosa melodía, una bella danza, un hermoso ritmo. La Existencia tiene la capacidad de crear una hermosa melodía, pero no tiene el instrumento. Por eso, Cristo, es el perfecto instrumento de Dios y, fusionados ambos, pueden proferir una bella nota musical.

Nosotros estamos más cerca de Cristo porque es uno de los nuestros y habla nuestro lenguaje, en cambio, Dios, porque es potente, es un poco lejano. Como Cristo habla nuestro lenguaje, la música de las Bienaventuranzas nos es familiar, es decir, podemos entender y entender es: deleitarse, envolverse, fundirse, fisionarse con su melodía. Cristo es Dios y el hombre bailando juntos, danzando juntos, trabajando juntos, caminando juntos, al mismo ritmo. Ese baile da experiencia, esto es, ciencia, la ciencia de la religión. Religión es el aroma de la fusión del hombre con Dios y de Dios con el hombre.

Lo que la Biblia dice de Jesús es el ‘Arte objetivo’ como diría G. Gurdjieff, esto es, ciencia pura, trabajada por gente despierta, iluminada, poseída por la Totalidad; por gente que ha tocado la Verdad. En ese sentido Cristo es la unión de lo temporal y lo atemporal, es la unión de lo finito y lo infinito, tiempo y eternidad fundiéndose, danzando, y encontrándose el uno con el otro. Jesús desaparece en Dios y nace el Cristo. Ese es el mayor milagro que le ha ocurrido al ser humano. Cristo no engendró a nadie, se engendró a sí mismo, por eso su amor floreció entre la gente pobre. En realidad, la gente pobre tiene más amor que la gente rica. Tal vez, por eso, ellos, están menos empeñados en acumular cosas.

Era un hombre muy rico. Se mudaron de ciudad. En el barrio se hizo amigo de un vecino y, éste, en poco tiempo, se dio cuenta de cómo era la relación con su familia. Un día le dijo:
-Te veo muy distanciado de tu familia, casi no hablas con ninguno. Más al contrario parece que ellos te provocan fastidio.
Él dijo:
-Tienes razón. Es verdad que me causan fastidio.
El vecino preguntó:
-¿Por qué? No debería ser así.
El rico dijo:
-Tiene que ser así. Es la única manera de tenerlos distanciados. Si no fuera así mi esposa me estaría pidiendo una cosa y otra, una joyas por aquí y otra por allá, unos vestidos por aquí y otra por allá, etc. Si hablo con mis hijos sucede lo mismo, enseguida comienzan a hurgar mi bolsillo. Así que quedarme enfadado es el mejor método para tenerlos alejados.

Esa es la idea de todos los que poseen mucho dinero y muchos bienes. El dinero se ha vuelto el sustituto del amor. Y, de hecho, si comienzas a acumular dinero, no podrás amar nunca más. En cambio entre la gente pobre no hay esa tendencia de acumular, hay menos interés en ello, porque ellos han desarrollado el corazón, no tanto la cabeza. Y esta es la razón del por qué el mensaje y la vida de Jesús ha calado hondo en la gente sencilla, gente pobre, marginada, oprimida, pisoteada, pecadora, aquellos que no cabían en la mente de la gente de buena reputación. Por caminar con los borrachos, prostitutas y cambistas, la gente aristocrática y puritana, le acusaba de glotón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores. Sin embargo, precisamente, para ellos –es decir, para los pobres– pronunció Jesús las Bienaventuranzas.

De modo que, para deleitarse con la música de las Bienaventuranzas, la primera condición es saber amar, saber compartir. Si uno no sabe amar o ha sustituido el amor con el dinero, poder, democracia, cristianismo, comunismo, protestantismo, hinduismo, jainismo, fascismo, racismo y todas esas ideologías, no está apto para adquirir la experiencia de la divinidad. ¿Por qué? Porque sus oídos estás llenos de prejuicios que responden a su color político y haga lo que haga está en función de la ideología con el cual comulga. Su corazón no tiene la necesaria pureza del amor. El amor no es cristiano ni hindú, tampoco es demócrata o fascista, no es comunista o ateo. El amor sencillamente es ‘amor’, sin etiqueta alguna. Es como un niño, es como una flor, es como una roca, es como un río, es como un pajarillo, es como un perro, es como la Madre Tierra, totalmente imparcial. El amor es el aroma de la Existencia, es el palpitar del universo, es el pulso de la materia que se vuelve inteligencia y consciencia. Es, sin más, la danza de las energías que hacen posible la renovación de las especies.

El espíritu de las Bienaventuranzas está emitido para la gente que sabe amar, para la gente que simplemente ‘ama’, sin darse cuenta, quizá inconscientemente, porque esa es su naturaleza. En el Amor uno se pierde, no se está, más bien, se está ausente, y es así como Jesús se desvanece en Dios. Esto quiere decir que el árbol ha crecido todo lo que le era posible y cruzó hacia el más allá. La semilla está madura y el fruto va ha caer en cualquier momento. Las Bienaventuranzas son como el fruto maduro que conlleva toda la energía de la semilla que caerá en el corazón de los pobres, porque ellos funcionan según el corazón, según el amor. Ellos son como la tierra fértil donde caerá la semilla y dará mucho fruto posteriormente. El pobre es siempre más parecido a un niño dispuesto a disfrutar de la dulzura de los frutos. Es el terreno apto para recibir los cánticos de Dios. Para ellos va ésta joya escriturística. Por eso comienza diciendo:

“Felices los pobres de espíritu, porque suyo es el Reino de los Cielos….”. Son canciones de Dios emitidos por medio de Jesús, el médium perfecto, el mensajero adecuado. Sin embargo, éste cántico de Dios, ha sido distorsionado por la mente política: para empobrecer a la gente, para generar culpa; para adormecer y traficar sus conciencias. Cuando las Bienaventuranzas han sido interpretadas como programa de vida, perdió toda su belleza, toda su poesía, toda su sacralidad; se ha vuelto un programa de sometimiento, de dominio y de expansión para generar esclavos.

Las Bienaventuranzas de Jesús no son un programa para ser santos, sino un cántico de Dios dedicado a los pobres cuyos corazones, en su inocencia, aún permanecen rebosantes de amor. No es una política de acción hecha por Dios mediante Jesús a la manera demagógica. Es un cántico para animar el amor de los enamorados; es una música para amenizar los acontecimientos festivos de la vida; es un perfecto brindis por la dicha de existir en éste mundo; es el arte de despertar las conciencias adormecidas de los esclavos; es la canción que reanima la fuerza de las energías del amor, del amor sin límites, del amor sin condiciones. Las Bienaventuranzas de Jesús son las explosiones del amor de la Existencia, de Dios, para quienes simplemente aman y están agradecidos por la vida.


Khishka

viernes, 27 de noviembre de 2009

YO SOY LA PUERTA


La joven profesora escribió en la pizarra:
-No me he divertío en tol verano.
Entonces preguntó a los niños:
-¿Qué está equivocado en ésta frase y qué debo hacer para corregirlo?
Y Pepito, que estaba en el último asiento, se puso de pié y dijo:
-¡Échate un novio!

LA RISA ES LA PUERTA. Si eres capaz de reírte a carcajadas, no por terapia o por seguir alguna instrucción del psicólogo o algo parecido, eres religioso. ¿Por qué la risa te hace religioso? Porque religión no es otra cosa sino volver a tu raíz original. A través de la risa retornas a tu unidad orgánica, vuelves a tu inocencia original, regresas a tu virginidad primigenia, es decir, vuelves a la raíz de donde has brotado, a la raíz de donde ha brotado toda esta vasta Existencia. Por eso, un chiste, una broma, un piropo, un colmo… son completamente inocentes y, sin embargo, te hace reír. Por lo mismo aquello que te hace reír es algo sagrado porque es inocente y salvaje; y la misma risa, es la puerta de entrada a la Trascendencia, a la Totalidad, a Dios.

Somos una unidad orgánica a la que, gracias a la risa, estás volviendo constantemente si ríes. Por tanto volver, mediante la risa (que es la puerta, el medio adecuado, el justo medio) a esa unidad esencial, es ser religioso. La puerta tiene esa cualidad: la de ser un medio, un espacio, por donde se pasa a otra dimensión, a la dimensión divina. Con razón Jesús dijo: “YO SOY LA PUERTA… Los que se presentaron antes que yo eran ladrones y malhechores que matan y destruyen. Yo, en cambio, he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia”. Y esa ‘vida en abundancia’ se manifiesta en la risa; cuando ríes significa que estás lleno de vida como un toro o una yegua; cuando ríes la vida explota en ti; cuando ríes, toda la alegría y el humor de la cual está hecha el universo irrumpe; es la virtud de la risa la que hace posible el silencio y, paradójicamente, el alborozo universal.

Los estudiosos dicen que Jesús era un tipo muy popular. Se caracterizaba por contar cuentos, parábolas, anécdotas, chistes en su club de amigos/as, compadres y comadres. No por nada era denominado amigo de publícanos y pecadores, el que era un glotón y un bebedor. Era, seguramente, un tipo genial, un tanto excéntrico, y que por eso los bueyes (los sabios y entendidos) de su tiempo fueron incapaces de soportarlo. Un tipo así dijo simplemente: YO SOY LA PUERTA, y tenía razón, sólo un tipo como él puede declarar semejante verdad. Sólo aquel que está embriagado de Dios puede decir una cosa así; sólo aquel que está loco de Dios puede pronunciarse de ese modo; sólo aquel que baila al ritmo de la Existencia puede proferir una verdad tan esencial. Justo por eso él se ha concebido a sí mismo como la fuente donde bulle la ‘vida en abundancia’, es decir, la risa, la alegría, la fiesta, la celebración, el regocijo.

Un día la mujer estaba muy molesta y dijo al marido que, al parecer, no hacía nada:
-¿Por qué no arreglas la luz del pasillo?
El esposo contestó:
-¡Pero si yo no soy electricista
Ella volvió a preguntar:
-¿Por qué no arreglas ese mueble de la cocina?
El esposo, otra vez, respondió:
-¡Pero si yo no soy carpintero!
Un día, sin embargo, el esposo ve que la luz y le mueble están arreglados, entonces pregunta a la esposa:
-¿Cómo has arreglado todo?
¡Ah! –dijo la señora–. Vino el vecino nuevo y lo arregló todo.
El marido preguntó:
-¿Y te cobró algo?
-Bueno –profirió la señora–. Me dio a elegir entre hacerle una tarta o acostarme con él.
El marido, poniendo más atención, interrogó curiosamente:
-¿Y de qué le hiciste la tarta?
-¡¡¡Pero si yo no soy cocinera!!!

El chiste que te hace irrumpir en la risa, es la manifestación de la vida en abundancia. Sacarle risa al hombre es sacarle su misma vida, esa vida que bulle en sí mismo. La belleza de la risa radica en que es salvaje y, como es salvaje, no conoce etiquetas ni hábitos de ninguna clase. Por un lado, la risa, por ser salvaje, es absolutamente indiferente a las divisiones y distinciones de la clase que fuere; por otro, te devuelve energía, esa energía salvaje que ha sido condenado por la civilización, la cultura, por tus grandes santos, quienes han impuesto la tristeza y la seriedad, por decir, esas dos grandes enfermedades psicológicas creadas para castrar y esclavizar al ser humano.

Sacarle la risa al hombre es uno de los pecados más crueles que han cometido las religiones organizadas y sus santos en toda la faz de la tierra; arrancarle al hombre la risa es una de las estrategias más horribles que soportó el ser humano; extirpar la risa al hombre es una verdadera castración espiritual que al hombre le ha ocurrido. Hay una diferencia enorme entre un toro y un buey. Ambos nacieron iguales. Pero los bueyes han sido castrados y los toros no. Los bueyes han sido castrados para acarrear cargas, tirar las carrozas, los arados; en cambio el toro tiene su individualidad, no puedes ponerlo al frente de tus carrozas o tus arados, no puedes tratarlo como animal de carga. El toro es poderoso, tiene vitalidad, vigor, fuerza, imposible de controlar. El toro es aún salvaje, en cambio, el buey es apenas su sombra lejana, es decir, un esclavo.

A propósito del toro, recuerdo una curiosa anécdota. En cierta ocasión un niño me hizo la siguiente pregunta:
-¿Qué le dice el toro al avión?
Sinceramente yo no sabía la respuesta. Hice un poco de silencio y le dije:
-Me rindo. Dime ¿qué le dice?
Él me contestó:
-Tú volas arriba y yo bolas abajo.

El toro es salvaje y, por eso, tiene belleza y vigor; en cambio, el buey, ha perdido completamente su belleza y su vigor. El toro se puede permitir muchas libertades porque está lleno de vitalidad, pero el buey sólo podrá servir para acarrear la carga, ser usado como un objeto inerte, y ser esclavo de su amo. Los mal llamados santos y sus religiones han usado la misma estrategia que se usa para con los bueyes. Han vuelto triste y serio al ser humano, es decir, un simple animal de carga. Ellos son los perfectos ladrones y malhechores que roban y matan la conciencia de la gente. Y a menos que lo vuelvas triste y serio al ser humano –esto es, castrarlo espiritualmente– no puedes hacer de él un esclavo, es decir, un buey. Espiritualmente, esclavo de un Dios ficticio, de un cielo o de un infierno, que no existen más que en la cabeza; psicológicamente, esclavo de la tristeza y de la seriedad que no son naturales, pero que han sido impuestos para dividir, fragmentar y hacer del individuo una personalidad esquizofrénica, para que nunca se rebelase, para que siempre esté enfermo, miserable, timorato, mediocre y debilucho, listo para arrodillarse frente a una estatua de madera y obedecer a cualquiera que a sus ojos le parezca poderoso. Han vuelto al ser humano un verdadero mono del circo, para beneficiarse con sus votos y vivir chupando su sangre. La seriedad y la tristeza son las enfermedades del alma que padecen los así llamados santos y los eruditos que, durante toda su existencia, sólo han desparramado disparates y enfermedades psicológicas. Éstos, por su esterilidad e inutilidad han sido sólo una carga para la tierra, porque no han contribuido de manera esencial a la humanidad.

La Risa ha sido condenada como algo insano, infantil, salvaje y, por eso, sólo es permitido sonreír. Sonreír se ha vuelto como algo civilizado, culto e incluso educado. Cuando se te prohíbe reír, se te prohíbe ser dichoso; se te prohíbe cantar una canción de amor; se te prohíbe celebrar la amistad universal; se te prohíbe vivir placenteramente; se te prohíbe bailar por pura dicha, por puro regocijo en éste mundo. Al prohibir la risa han destruido todo lo que es bello, adorable y bendito.

Sin embargo tú puedes empezar a reírte como un niño, a carcajadas, sin esperar ninguna retribución, aunque todo el esfuerzo de los padres, maestros, sacerdotes, eruditos, santos y demás, sea civilizarte, hacerte serio, hacerte esclavo, hacerte dependiente de su sucia psicología. La risa es una parte esencial de la vida y del amor. Por eso LA RISA ES LA PUERTA. Y Jesús está en lo correcto cuando dice: YO SOY LA PUERTA, incluso su propia crucifixión fue una hermosa broma. ¿Sabías? Incluso si algún día te encuentras con Dios, si lo estás buscando, cuéntale un chiste y verás que Dios es pura risa, puro humor, pura jovialidad. Dios es un tipo simpático, juguetón, reilón, chistoso, bromista, bailarín y siempre está de fiesta. Y un tal judío como Jesús, un Francisco de Asís, un Zaratustra, un Krishna, no pueden ser lo contrario. La vida misma es la broma más grande que ha sido revelado sólo a las almas arrebatadas de humor. Dios es el eterno juguetón. Si algún día llegas a ver el rostro de Dios te morirás de la risa, porque Dios es risa y la risa es Dios. Por tanto si ríes eres risa y, si la risa es Dios, tú eres Dios porque Dios es risa. Dios y Risa confluyen en tu ser. Siempre están de la mano, nunca están separados, es decir, cuando ríes, Dios ríe; cuando juegas, Dios juega; cuando bromeas, Dios bromea; lanzas un piropo, Dios piropea. ¡Es el eterno misterio de la risa!

Un niño estaba yendo a la escuela. Mientras iba, rezaba:
-Amado Dios, por favor no dejes que llegue tarde a la escuela. Te lo ruego, Dios mío, haz que llegue a tiempo…
Justo en ese mismo momento pisa una cáscara de plátano y resbala unos metros en la acera. Luego, mientras se levanta, mira irritado hacia el cielo y dice:-¡Vale, vale, Dios! ¡Nos respetaremos! ¡No hace falta que empujes!


Khishka

'VETE, TÚ FE TE HA SALVADO'


El mundo está distribuido en dos bandos muy estúpidos: los ricos y los pobres. Entre los ricos están los que manejan la economía, las grandes empresas, los poderosos, los que dominan, los que son escuchados, los que tienen derechos… Entre los pobres están los vulnerables, los sensibles, los indefensos, los que no tienen casa, los mendigos, los enfermos que no tienen plata, los injustamente encarcelados, los nadies… Así era la sociedad en los tiempos de Jesús y sigue así hasta ahora.

Jesús, según los que nos han dicho, era pobre, pero no creo que eso sea tan verdad. Al menos su padre tenía una carpintería, no eran pobres-pobres. Sin embargo, en ese hombre, la gente, por su modo de ser, vio algo más, vio un hombre hecho Dios. Ese modo de ver fue la causa para que muchos escritores se inspiren y elaboren una infinidad de metáforas e historias, en torno a Jesús, que aparecen en la Biblia y en otros libros de ese mismo tiempo. Ahora bien, ¿quiénes pueden ver en él a un hombre hecho Dios? Los que tienen esperanza, los sensibles, los sencillos, los indefensos, los esclavos. A los ricos no les interesa esas cosas, pero sí les interesa que los pobres sigan siendo pobres porque sólo así tendrán apoyo; los esclavos sigan a su mando, porque sólo así tendrán servidumbre; los que tienen esperanza que sigan esperando, porque les conviene.

El mendigo ciego del Evangelio pertenecía a ese grupo, a ese grupo vulnerable, sensible, lleno de esperanza, con ganas de liberarse de su ceguera. Y como la gente hablaba grandes cosas de Jesús, ésta era su oportunidad. Por eso dijo: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! En cuanto la gente le dijo que Jesús te está llamando, el ciego dio un salto y dejando su manto se le acercó. Jesús le preguntó: ¿Qué quieres que haga contigo? El ciego dijo: -Maestro, ¡haz que vea! Jesús le dijo: -VETE, TU FE TE HA CURADO. Y el hombre recobró la vista. La desgracia, el suplicio, el sufrimiento, la ceguera vivida intensamente, es siempre como un trampolín. Es como subir a la montaña y cuando has llegado a la cumbre, comienzas a ver todo el panorama y la bajada se hace relajada.

Yo tuve la dicha de observar muy de cerca cómo un epiléptico ha llegado a ese nivel de consciencia, es decir, su sufrimiento ha profundizado tanto y terminó curándose. Pero, según los médicos, no había remedio alguno. Por lo que su curación sucedió gracias a su gran fe.

Siempre decía ‘¿por qué yo? ¿Por qué a mi me tuvo que tocar esa desgracia?’ De los modos que se le venía en gana, exigía a Dios. No podías consolar con nada. Su vida, durante más de once años, era un completo infierno, un sufrimiento, un verdadero suplicio que no se notaba externamente. A veces lo encontrabas llorando en el regazo de su madre. Pero llegó un día, en que comenzó a ponerse grave el asunto. Casi durante toda la noche amaneció con ataques y cerca de las once de la mañana comenzó a alucinar y, en su alucinación, habló cara a cara con Dios e hizo el pacto de encontrarse con él porque era creyente. ¿Dónde? En el cerro que estaba frente al pueblo, a las seis de la tarde. Si fuera posible tenía que llevar con él a toda su familia. Pero como los que estaban sanos, no sufrían el mismo suplicio, no podían comprender lo que le estaba sucediendo. Todos se opusieron que vaya al cerro. Y me llamaron para que yo haga algo. Entonces viajé, pero recién llegué al día siguiente, cuando el muchacho ya había regresado del monte a casa. Parecía normal y tranquilo. Le pregunté: ¿Qué tal tus revelaciones? ¿Haz visto algo? ¿Haz hablado con Dios? Él dijo: ‘yo mismo no sé cómo fue lo que sucedió. No hay palabras. Parecía estar consciente de lo que estaba haciendo y diciendo, y al mismo tiempo no. No sabía qué es lo que me estaba sucediendo’.

Pasé el día en casa, dormimos allí, y todo estaba normal. Al día siguiente, a los ocho de la noche, yo volví y, desde ese día inédito, no tuvo más ataques epilépticos. Y ahora está sano.

Siempre ocurre así. Cualquier enfermedad que entra por una determinada puerta tiene que salir, también, por la misma puerta. No puede ser expulsado por otra ya que, si fuera así, la víctima tendrá que ser eliminada. Si la enfermedad entra por las puertas de la dimensión espiritual, tiene que salir por la misma puerta. Y es así como sucedió en aquella ocasión. La víctima quedó libre gracias a su gran confianza en la generosidad de la madre Existencia, de Dios.

Cualquier sufrimiento llevado hasta el extremo, un suplicio llevado hasta el límite, es siempre como un trampolín para alcanzar la liberación. Ahí vemos que el que hace el milagro, o lo que se llame, no es el curandero, no es el Yatiri, no es el sacerdote, no es el monje, no es nadie que pertenezca a un grupo religioso, es decir, no es un funcionario de alguna religión que tiene un título o un reconocimiento, o actos de asistencia caritativa, sino la fe del que padece, la confianza de la víctima que termina conmoviendo la compasión de toda la Existencia. El Microcosmos toca el corazón del Macrocosmos, vía camino interior. Y así es como sucede: después de la oscuridad, viene la luz del amanecer; después del llanto, la risa; después de la tristeza, la alegría; después del sufrimiento, la liberación.

El muchacho padeció el dolor hasta el extremo y que, ese mismo sufrimiento, vivido profundamente, procuró su liberación. Sin embargo siempre hay la tentación de decir que: ‘yo lo hice posible, aunque algunos dicen que Dios está haciendo por medio de mí, yo sólo soy su instrumento…’ o cosas así. Esos que dicen esas cosas no son más que políticos o ministros de una religión organizada, porque pertenecen a un grupo o a una secta y, por eso, son hipócritas que, en el fondo, están diciendo que yo he hecho o estoy haciendo esto o aquello. Son propagandistas o que están haciendo un acto de autopromoción.

Pero Jesús no es un propagandista, comprende de otro modo las cosas, por eso dice: VETE, TU FE TE HA CURADO. Es decir, tú eres el protagonista de tu curación. Yo no tengo nada que ver. Entre tú y la Existencia es el asunto. El asunto no es conmigo. Jesús es tan honesto que ni siquiera dice que Dios te ha curado, o Moisés, o David, o este profeta o aquel otro. Dice simplemente: ‘TU FE TE HA CURADO’. En ese nivel de consciencia más del ochenta por ciento de nuestras enfermedades pueden ser curados. Pero ese nivel de consciencia sólo, individuos como Bartimeo, que ha profundizado su ceguera, puede terminar propiciando su propia curación. Y para reconocer esa curación, tendrá que adquirir ojos, cualitativamente, iguales al de Jesús. Pero ello, ordinariamente, no es posible, porque el noventa y nueve por ciento de la gente ve todo según la óptica de una multitud de prejuicios.

Los pobres, los indefensos, los vulnerables, pueden desarrollar ese nivel de consciencia, la cual no está fuera de nuestro alcance. La pobreza vivida hasta el extremo, vivida en profundidad, puede encender el fuego de la consciencia; el sufrimiento, vivido intensamente, puede encender el fuego de la consciencia; el suplicio vivido tan profundamente, puede encender también el fuego de la consciencia; pero esto tiene que ser llevado acabo de manera absolutamente individual, en algunos casos acompañado por un Maestro pero, un maestro, que individualmente haya desarrollado todas sus potencialidades y que la fuerza misma de toda la Existencia descansa en él. Un maestro no puede ser un gurú, un sacerdote, un derviche, un filósofo, un Yatiri, en todo caso, un tipo adscrito a una jerga de negociantes del ámbito espiritual. Ellos son sólo funcionarios que responden a su club o a su organismo al cual representan, pero son incapaces de ser poseídos por la Existencia.

Por eso ésta clase de curaciones o fenómenos no pueden llevarse acabo en grupo, en caravana, en masa, porque la masa opaca o chupa la energía individual que se esconde en un individuo. El individuo tiene una energía capaz de mover el mundo entero, porque es un Microcosmos y, el microcosmos, es el Cosmos o la Totalidad en semilla, al igual que una semilla contiene un árbol grande. Así es el ser humano y así son todos los seres que habitamos este planeta.


Por lo tanto: esta clase de curaciones o fenómenos pueden ser llevados acabo por aquellos que han logrado sintonizar su consciencia con la Super-consciencia de la Existencia, de la Totalidad, de Dios. ¿Por qué? Primero: porque, el Maestro, está poseído de la Totalidad y que, por eso, sólo una palabra, sólo un toque, sólo una mirada, y el milagro ocurre. Segundo: porque, la víctima, que ha profundizado el sufrimiento, hasta que finalmente terminó trascendiendo su enfermedad, se convierte en Maestro de su propia enfermedad, así como el otro estando completamente poseído por la Existencia se ha hecho uno con la Existencia. En esa fusión de ambas, en ese encuentro, cuando el microcosmos se ha vuelto Cosmos, ocurren los milagros. Y éste es el misterio de la Unidad del Microcosmos y el Cosmos, donde la generosidad del Cosmos, de la Existencia y de la Naturaleza, termina absorbiendo el individuo. Y la gota de agua, ha llegado al Océano.



Khishka